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Eran otros tiempos cuando en el cielo cegador
el avión-reactor rompía de súbito la barrera del sonido
y el estrepitoso ruido invocaba solemnemente
un horizonte nuevo.
Eran otros tiempos cuando imaginariamente conversaba
con W. H. Auden. Hablábamos de política, religión, ferrocarriles ...
y me recitaba poemas inspirados en la vertiginosa mecánica cuántica.
Después por la noche él se iba a su casa y hacía el amor con su amante
mientras que yo me emborrachaba y lujuriosamente copulaba con mi mujer.
Al día siguiente volvíamos a vernos en el duro trabajo de las promisorias minas,
esperando otro fagocitante ocaso.
Y escucho en mi interior al sabio Walt Whitman:
Que estás aquí,
que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama,
y que tú puedes contribuir con un verso.
Eran otros tiempos... No digo que mejores, pero sí más intensos:
la punzada del cristal, la postestética KR+CF, las psicodélicas
sensaciones; los poemas lisérgicos de Rimbaud, Apollinaire, Huidobro, Lorca o Cernuda.
En definitiva la metafísica inaccesible de William Blake.
Eran otros tiempos cuando JP, refiriéndose al computador electrónico, exclamaba
"Necesito apagar esta puta pantalla",
y yo revivía pasajes literarios de Naked Lunch o Factótum.
[A propósito no sé nada de él. Pero no importa, seguramente
-como todos los poetas viejos- tenga como fiel aliado
el apremio de lo mundano, eso que eufemísticamente llamamos
materia grasa,
ésto a lo que yo llamo
residuo vital.
Redundo que no importa, pues pronto nos veremos en el Parnaso,
otra vez renacidos, siendo la multiplicidad de Uno]
Eran otros tiempos cuando detestaba los poemas largos y anodinos,
o, de igual modo, la deconstrucción opresora de la filosofía marxista.
Suena reverberante la canción de Radio Futura "La estatua del Jardín botánico".
...Esperando un eclipse me quedaré,
persiguiendo un enigma al compás de las horas.
Dibujando una elipse me quedaré
entre el sol y mi corazón.
[Sigo escuchando esa íntima lírica]
Junto al estanque me atrapó la ilusión
escuchando el lenguaje de las plantas.
Y he aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el Jardín Botánico...
Percibo el aleteo prestidigitador e incesante de un colibrí...
Aún, como Gabriel Celaya, necesito de la poesía
"como el aire que exigimos
trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica"
En aras del presagio recurrente... la tribu esperando la señal divina
y de nuevo provista con armas de piedra y barro.
A lo lejos las antorchas flameantes anuncian
un crepúsculo intacto... Fielmente T.S. Eliot
me repite su eterna consigna: <la poesía
no es la sensación liberada, sino la fuga de la emoción> .
[Sin querer un canto de Neruda se convierte en plegaria]
Cuando cayó la bomba (hombres, insectos, peces calcinados)
pensamos irnos con el atadito, cambiar de astro de raza.
... No sólo por el exterminio, no sólo se trataba de morir
(fue el miedo nuestro pan de cada día) sino que con dos pies
ya no podíamos caminar. Era grave esta vergüenza de ser
hombres iguales al desintegrador y al calcinado.
Y otra vez, otra vez ¿Hasta cuándo otra vez?
Eran otros tiempos: distintos, remotos... y ,sin embargo sustancialmente
contiene el mismo germen catastrófico que éste.
Y me repito para afirmarme:
Que estás aquí,
que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama,
y que tú puedes contribuir con un verso.
RX