Así explica Bruno Galindo, un iniciado en performances en España, su relación con el género [spoken word] : “Llegué un poco desde la música y otro poco desde la poesía. O quizá
con una ligera ventaja desde el lado de la música, donde hay cierta
tradición anglo interesante desde los 50 y los 60. El spoken word le
hace un gran servicio a ambos campos. Me interesa porque concede
licencias literarias al ejercicio musical y le permite un comportamiento
musical a la literatura (que por otro lado ya tiene: en el caso de la
poesía esto es claro). Me siento a gusto en un formato que siempre está
por escribir, que está hecho para la experimentación y que me permite
conjugar mis dos mayores intereses. Por lo demás son solo dos palabras.
Lo importante no son los géneros sino lo que se haga con ellos. O sin
ellos.
Le pregunté cómo se sentía al ser el performer de tus propios textos y
cómo era el trabajo concreto con los músicos: “En primer lugar, -me
mailea Bruno desde Madrid- escuchar los textos en el contexto de una
audiencia es una buena prueba para descubrir si a uno mismo le parecen
buenos. Escribir textos para ser cantados o contados es otra historia
distinta a escribir para ser leídos. Hay que concretar. Es fácil
aburrir. La poesía, ya sea escrita, oral o electrónica, atraviesa un
momento de lo más interesante, pues de alguna manera juega el papel de
describirnos e indentificarnos líricamente en nuestro tiempo y espacio
actual. Estos han cambiado radicalmente y desde hace tiempo no tienen
nada que ver con la poesía -la literatura en general- que se nos enseñó
en la escuela.
Por otro lado, observo que los músicos -al menos en España, al menos los
del pop/rock- no siempre tienen a mano buenas letras. Ahí el
escritor/performer tiene algo que aportar”.