Wednesday, May 11, 2016

Combustión

  
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Eran otros  tiempos cuando  en  el  cielo  cegador
el  avión-reactor  rompía  de súbito  la  barrera del  sonido
 y  el  estrepitoso ruido  invocaba solemnemente
 un  horizonte  nuevo.

Eran  otros  tiempos  cuando  imaginariamente  conversaba
con  W. H. Auden. Hablábamos  de  política, religión, ferrocarriles ...
y  me  recitaba   poemas  inspirados en  la  vertiginosa   mecánica cuántica.
Después  por la  noche  él se  iba  a su  casa  y  hacía  el amor  con  su amante
 mientras  que  yo  me emborrachaba  y  lujuriosamente  copulaba  con  mi  mujer.
 Al  día  siguiente  volvíamos  a  vernos en el  duro  trabajo de  las promisorias  minas,
 esperando  otro  fagocitante  ocaso.


Y  escucho  en mi  interior  al  sabio Walt  Whitman:

Que estás aquí,
que  existe  la  vida  y  la  identidad,
que  prosigue  el  poderoso  drama,
y  que  tú  puedes contribuir  con un verso. 

Eran  otros  tiempos... No digo  que  mejores,  pero  sí  más  intensos:
la punzada  del  cristal,  la  postestética  KR+CF,  las  psicodélicas
sensaciones; los  poemas  lisérgicos  de  Rimbaud,  Apollinaire, Huidobro, Lorca  o  Cernuda.
En  definitiva  la  metafísica  inaccesible  de  William  Blake.

Eran  otros  tiempos  cuando  JP, refiriéndose  al computador  electrónico, exclamaba
"Necesito  apagar  esta  puta pantalla", 
y  yo   revivía  pasajes  literarios  de  Naked  Lunch  o  Factótum.
 [A  propósito  no  sé  nada de él.  Pero no importa, seguramente
 -como  todos  los poetas  viejos-  tenga  como fiel  aliado
el  apremio  de lo  mundano,  eso  que  eufemísticamente  llamamos  materia  grasa,
ésto  a  lo   que yo  llamo  residuo  vital.
 Redundo  que no importa,  pues  pronto  nos  veremos  en  el  Parnaso,
 otra  vez  renacidos, siendo la  multiplicidad  de  Uno]
            
Eran  otros  tiempos  cuando  detestaba  los  poemas  largos   y  anodinos,
o,  de  igual modo,  la  deconstrucción  opresora  de  la  filosofía  marxista.
Suena  reverberante  la  canción  de  Radio Futura  "La estatua del  Jardín  botánico".

...Esperando  un  eclipse  me  quedaré,
persiguiendo  un  enigma  al compás de las  horas.
Dibujando   una   elipse  me  quedaré
entre el  sol  y  mi  corazón.

[Sigo  escuchando  esa  íntima  lírica]

Junto  al  estanque  me  atrapó  la  ilusión
escuchando  el  lenguaje  de las  plantas.
Y he aprendido  a  esperar  sin   razón.
Soy  metálico  en  el  Jardín  Botánico...

Percibo  el  aleteo  prestidigitador  e  incesante  de  un  colibrí...
Aún, como  Gabriel  Celaya,  necesito  de  la  poesía  "como  el  aire  que exigimos  
 trece  veces   por  minuto, para ser  y   en  tanto  somos dar  un  sí que  glorifica"

En aras  del  presagio   recurrente... la tribu  esperando  la  señal divina
y  de  nuevo   provista   con  armas  de  piedra  y  barro. 
A lo  lejos  las  antorchas  flameantes   anuncian
un  crepúsculo  intacto...  Fielmente  T.S. Eliot
me  repite su  eterna  consigna:  <la  poesía
no  es  la  sensación  liberada,  sino  la  fuga  de la emoción>                 .

[Sin querer  un  canto  de  Neruda  se convierte en  plegaria]

Cuando cayó  la bomba (hombres, insectos, peces calcinados)
pensamos irnos con  el  atadito, cambiar de astro de raza.
... No sólo  por  el  exterminio, no sólo  se  trataba de morir
(fue  el  miedo  nuestro  pan de cada día) sino  que  con  dos pies
ya  no  podíamos caminar. Era grave esta  vergüenza  de  ser
hombres  iguales  al  desintegrador  y  al calcinado.
Y  otra vez, otra  vez ¿Hasta  cuándo  otra  vez?

Eran  otros  tiempos: distintos, remotos...  y ,sin embargo  sustancialmente
contiene  el  mismo  germen  catastrófico  que  éste.

Y  me  repito  para  afirmarme:

Que estás aquí,
que  existe  la  vida  y  la  identidad,
que  prosigue  el  poderoso  drama,
y  que  tú  puedes contribuir  con un verso. 


                                     RX